La Biblia. ¿Fue realmente inspirada por Dios?
¿CREE
usted que Dios es el autor de la Biblia, o piensa que es un libro que contiene
simplemente pensamientos humanos?
Esta cuestión sigue siendo objeto de debate hasta entre quienes se consideran
cristianos. Por ejemplo, según una encuesta Gallup realizada en 2014 en Estados
Unidos, la mayoría de los que decían ser cristianos concordaba en que, “de
alguna manera, la Biblia está relacionada con Dios”. Por otra parte,
aproximadamente 1 de cada 5 encuestados veía la Biblia como un libro de “fábulas
antiguas, leyendas, historia y mandatos escritos por hombres”. Toda esta
controversia hace surgir la siguiente pregunta: ¿qué significa en realidad que
la Biblia sea inspirada por Dios?
(2 Timoteo 3:16-17).
Toda Escritura es inspirada de Dios
y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para
disciplinar en justicia, 17 para que el hombre de Dios sea enteramente
competente y esté completamente equipado para toda buena obra.
¿QUÉ SIGNIFICA LA PALABRA INSPIRADA?
La Biblia se compone de 66 libros, que escribieron unos 40 hombres a lo largo de
1.600 años. Pero, si la escribieron hombres, ¿por qué se dice que es inspirada
por Dios? Dicho de forma sencilla, porque Dios es la fuente de la información
que contienen esos escritos. La Biblia lo expresa así:
“Hombres hablaron de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo”
(2 Pedro 1:21). En otras palabras, Dios
utilizó su poderosa fuerza invisible, el espíritu santo, para transmitir su
mensaje a los escritores de los libros de la Biblia. Esto puede compararse a un
hombre de negocios que le dicta una carta a su secretario. El autor de la carta
no es quien la escribe, sino quien la dicta.
De hecho, algunos escritores bíblicos literalmente escucharon el mensaje de Dios
mediante un ángel. Otros tuvieron visiones divinas. Y en algunos casos, Dios les
transmitió su mensaje mediante sueños. Aunque algunas veces les permitió
escribirlo en sus propias palabras, en otras les dijo exactamente lo que debían
escribir. Pero, sin importar cómo haya sido, esos hombres plasmaron los
pensamientos de Dios, no sus propias ideas.
¿Por qué podemos estar seguros de que fue Dios quien inspiró a los escritores de
la Biblia? Veamos tres pruebas que fortalecen nuestra confianza en el origen
divino de la Biblia.
La Biblia
sí tiene origen divino
¿SABE usted a qué se refería el apóstol Pablo cuando dijo que la Biblia fue
inspirada por Dios?
(2 Timoteo 3:16-17). Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, 17 para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra.
Pablo empleó un término griego que literalmente
significa “insuflada por Dios” o “soplada por Dios”. Con eso quiso decir que los
escritores bíblicos escribían únicamente lo que Dios les indicaba mediante su
espíritu santo.
En palabras del apóstol Pedro, esos hombres “hablaron
de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo”
(2 Pedro 1:21). De ahí que Pablo llamara a
los libros bíblicos “los santos escritos, que pueden
hacernos sabios para la salvación mediante la fe relacionada con Cristo Jesús”
(2 Timoteo 3:15).
Pese a todo, muchas personas cuestionan hoy la autoría divina de la Biblia.
Según sir Charles Marston, llama la atención “el desdén con que algunos han
mirado los relatos de la Biblia”. Y es que numerosos críticos han protagonizado
feroces ataques contra ella. Algunos incluso la han descalificado acusándola de
no ser más que un montón de “mitos y ... cuentos de hadas”.
Analice las pruebas.
A cada uno de nosotros le corresponde decidir si confiará o no en lo que dicen
las Sagradas Escrituras. Y esta es una decisión en la que no podemos darnos el
lujo de equivocarnos. ¿Por qué? Porque si la Biblia efectivamente tiene origen
divino, sería perjudicial —quizá hasta mortal— pasar por alto sus advertencias.
Y está claro que quienes la consideran un libro cualquiera no dejan que guíe
todo aspecto de su vida ni determine sus creencias.
(1 Tesalonicenses 2:13).
Realmente, por eso nosotros también incesantemente
damos gracias a Dios, porque cuando ustedes recibieron la palabra de Dios, que
oyeron de parte de nosotros, la aceptaron, no como palabra de hombres, sino,
como lo que verdaderamente es, como palabra de Dios, la cual también está
obrando en ustedes los creyentes.
Ahora bien, ¿cómo puede usted determinar si la Biblia merece su confianza? Igual
que lo haría con una persona. ¿Confiaría plenamente en alguien que acaba de
conocer? Seguramente no. Antes invertiría tiempo en conocerlo mejor y comprobar
que, en efecto, merece su confianza. ¿Por qué no hace lo mismo con la Biblia? En
vez de creer las hipótesis o las opiniones preenjuiciadas de otras personas,
analice las pruebas que demuestran que las Sagradas Escrituras tienen origen
divino.
Acusaciones de supuestos amigos.
No se sorprenda si muchos expertos atacan la autenticidad y confiabilidad de la
Biblia. Hoy día, la mayoría de estos comentaristas bíblicos —aunque se
consideran cristianos y, por tanto, deberían respetarla— “sólo hablan de la
Escritura como un registro, exposición y celebración humanos” (Nuevo Diccionario
de Teología).
Muchos incluso cuestionan si las personas que escribieron la Biblia eran quienes
afirmaban ser. Sostienen, por ejemplo, que el libro de Isaías no fue escrito por
este profeta, sino por otras personas mucho después de que él muriera. Según
Lowther Clarke, autor del Concise Bible Commentary, el libro de Isaías “es fruto
del trabajo de distintas generaciones”. Sin embargo, cada vez que Jesucristo y
sus discípulos citaban porciones del libro de Isaías, se las atribuían a este
profeta
(Mateo 3:3; Este, de hecho, es aquel de quien se habló por medio de Isaías el profeta con estas palabras: “¡Escuchen! Alguien clama en el desierto: ‘¡Preparen el camino de Jehová! Hagan rectas las veredas de él’”.
15:7; Hipócritas, aptamente profetizó de ustedes Isaías, cuando dijo: 8 ‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy alejado de mí.
Lucas 4:17-21; De modo que se le dio el rollo del profeta Isaías, y abrió el rollo y halló el lugar donde estaba escrito: 18 “El espíritu de Jehová está sobre mí, porque él me ungió para declarar buenas nuevas a los pobres, me envió para predicar una liberación a los cautivos y un recobro de vista a los ciegos, para despachar a los quebrantados con una liberación, 19 para predicar el año acepto de Jehová”. 20 Con eso enrolló el rollo, se lo devolvió al servidor, y se sentó; y los ojos de todos los que estaban en la sinagoga se fijaron atentamente en él. 21 Entonces comenzó a decirles: “Hoy se cumple esta escritura que acaban de oír”.
Juan 12:38-41; De modo que se cumplió la palabra de Isaías el profeta, que él dijo: “Jehová, ¿quién ha puesto fe en la cosa oída por nosotros? Y en cuanto al brazo de Jehová, ¿a quién ha sido revelado?”. 39 La razón por la cual no podían creer es que otra vez dijo Isaías: 40 “Él les ha cegado los ojos y ha hecho duro su corazón, para que no vean con los ojos y capten la idea con su corazón y se vuelvan y yo los sane”. 41 Isaías dijo estas cosas porque vio su gloria, y habló de él.
Romanos 9:27, 29).
Además, Isaías clama respecto a
Israel: “Aunque el número de los hijos de Israel sea como la arena del mar, es
el resto lo que será salvo. 28 Porque Jehová hará un ajuste de cuentas sobre la
tierra, concluyéndolo y acortándolo”. 29 También, así como Isaías había dicho en
otro tiempo: “A menos que Jehová* de los ejércitos nos hubiera dejado
descendencia, habríamos llegado a ser justamente como Sodoma, y habríamos
quedado justamente como Gomorra”.
Pero algunos críticos de la Biblia, como J. R. Dummelow, van todavía más lejos:
aseguran que las profecías del libro de Daniel “son, en realidad, relatos
históricos que el autor quiso hacer pasar por predicciones”. De nuevo, quienes
hacen esta afirmación olvidan las palabras del propio Jesús. En una profecía
sobre “la cosa repugnante que causa desolación”
(Mateo 24:15), mencionó que ya se había
hablado de ella “por medio de Daniel el profeta”
(Mateo 24:15). ”Por lo tanto, cuando alcancen a ver la cosa repugnante que causa desolación, como se habló de ella por medio de Daniel el profeta, de pie en un lugar santo (use discernimiento el lector)
¿Citaría Jesús del libro de Daniel si este fuese
una falsificación? Nadie que afirme ser cristiano creería algo semejante.
¿Tan importante es?
Tal vez usted se pregunte: “¿De veras es tan importante saber quién escribió los
libros de la Biblia?”. Pues sí que importa, y mucho. Imagínese que llega a sus
manos lo que supuestamente es el testamento de un amigo suyo. Pero unos abogados
le dicen que no lo escribió él, sino unos conocidos que, con las mejores
intenciones, incluyeron lo que pensaban que eran los deseos del fallecido.
¿Tendría ese documento el mismo valor para usted? ¿Estaría completamente seguro
de que contiene los deseos de su amigo?
Precisamente eso es lo que les pasa a numerosas personas con la Biblia. Como no
confían en que Dios sea su verdadero autor, muchos —incluidos algunos que dicen
ser cristianos— desobedecen sin contemplaciones los mandatos bíblicos
relacionados con la honradez y la moralidad sexual, entre otros. Hay quienes,
para justificarse, les restan importancia diciendo: “¡Es que esas normas son del
Antiguo Testamento!”. Con todo, no tienen en cuenta que el apóstol Pablo se
refería a ese Antiguo Testamento cuando habló de “los santos escritos” que eran
“inspirados de Dios”.
“Pero si quienes hacen esas críticas son biblistas, algo de razón tendrán —puede
que alguien proteste—. ¿O es que todo lo que dicen está mal?” Por supuesto que
no. De hecho, es gracias a la labor de muchos investigadores concienzudos que
hoy sabemos lo que decía el texto original de la Biblia. Por ejemplo, ellos han
identificado los pequeños errores que se introdujeron con el paso de los siglos
en las sucesivas copias del texto bíblico. De todos modos, admitir que los
copistas cometieron errores es una cosa, y otra muy diferente, rechazar la
Biblia y decir que es como cualquier otro libro escrito por el hombre.
Confíe en “los santos escritos”
Poco antes de decirle a Timoteo que Dios había inspirado la Biblia, Pablo le
indicó por qué era esencial contar con los escritos inspirados. Le dijo:
“En los últimos días [...] hombres inicuos e
impostores avanzarán de mal en peor, extraviando y siendo extraviados”
(2 Timoteo 3:1, 13). En tiempos del apóstol
ya había sabios e intelectuales que usaban “argumentos persuasivos” para
confundir a la gente y debilitar su fe en Jesucristo
(1 Corintios 1:18, 19; Pues el habla acerca del madero de tormento es necedad para los que están pereciendo, pero para nosotros, los que estamos siendo salvados, es el poder de Dios. 19 Porque está escrito: “Haré perecer la sabiduría de los sabios, y echaré a un lado la inteligencia de los intelectuales”.
Colosenses 2:4, 8). 4 Esto lo digo para que nadie los alucine con argumentos persuasivos. 8 Cuidado: quizás haya alguien que se los lleve como presa suya mediante la filosofía y el vano engaño según la tradición de los hombres, según las cosas elementales del mundo y no según Cristo.
Por eso, a fin de que Timoteo no cayera en las trampas de estos hombres, el apóstol le recomendó que continuara estudiando lo que había aprendido desde niño en los santos escritos
(2 Timoteo 3:14, 17).
Tú, sin embargo, continúa en las
cosas que aprendiste y fuiste persuadido a creer, sabiendo de qué personas las
aprendiste, 15 y que desde la infancia has conocido los santos escritos, que
pueden hacerte sabio para la salvación mediante la fe relacionada con Cristo
Jesús. 16 Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para
censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, 17 para que
el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para
toda buena obra.
Esta recomendación es particularmente válida en nuestros tiempos, pues vivimos
en “los últimos días” que mencionó Pablo. Por tanto, no nos dejemos convencer
por los “argumentos persuasivos” que plantean algunos expertos brillantes. Más
bien, imitemos a los primeros cristianos: jamás dudemos de la Biblia, que en
verdad es la Palabra inspirada de Dios.
Para ello, es posible que necesitemos fortalecer nuestra fe en la Biblia. La
Palabra de Dios ha resultado ser una guía confiable a lo largo de la historia,
es exacta en cuestiones científicas, todas sus partes concuerdan entre sí y se
han cumplido sus profecías. Si le interesa aprender esto y mucho más, escribanos
sin ningún compromiso y pidiéndoles más información. Al igual que otros millones
de personas de buen corazón, comprobará por usted mismo que la Biblia de veras
tiene origen divino.
Por qué confiar en los cuatro Evangelios
“Su popularidad es sorprendente. Han inspirado películas de presupuesto
millonario [...] y libros superventas [...]. Se han incorporado a las creencias
de sectas cristianas. Y hasta han dado lugar a nuevas religiones y teorías
conspiratorias.” (SUPER INTERESSANTE, REVISTA BRASILEÑA)
¿QUÉ es lo que está causando tanto furor? Según
dicha revista, se trata de un conjunto de pseudo evangelios, epístolas y
apocalipsis descubiertos a mediados del siglo XX en Nag Hammadi y otros lugares
de Egipto. Estos documentos están entre los llamados escritos gnósticos o
apócrifos. *
¿Hubo una conspiración?
La desconfianza que hoy en día siente la gente hacia la Biblia y las religiones
tradicionales ha abonado el terreno para que crezca el interés por los escritos
gnósticos o apócrifos. Como resultado, estos han influido profundamente en la
opinión de muchas personas sobre las enseñanzas de Jesucristo y el cristianismo.
Cierta revista señala: “El Evangelio según Tomás y otros [escritos] apócrifos
apelan a los sentimientos de un grupo cada vez más numeroso: personas que se
sienten atraídas por lo espiritual, pero desconfían de las religiones”. Por
citar un caso, se calcula que tan solo en Brasil “existen por lo menos treinta
grupos cuya ideología se basa en las obras apócrifas”.
Desde que se descubrieron estos documentos, se ha extendido la teoría de que
hubo una conspiración en el siglo IV para ocultar la verdad sobre Jesús. De
acuerdo con esta hipótesis, la Iglesia Católica omitió ciertos relatos de su
vida narrados en los escritos apócrifos y alteró pasajes de los cuatro
Evangelios canónicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan). Según escribió Elaine Pagels,
historiadora y profesora de Religión, “ahora empezamos a ver que lo que
denominamos cristianismo —y lo que identificamos como tradición cristiana— en
realidad representa sólo una pequeña selección de fuentes específicas, elegidas
entre docenas de otras fuentes”.
Esta autora no es la única especialista que opina que la fe cristiana no solo
debería basarse en la Biblia, sino también en otras fuentes, como los documentos
apócrifos. Por ejemplo, según se indicó en un documental de la cadena de
televisión BBC, los escritos apócrifos presentan a María Magdalena como “maestra
y guía espiritual de los demás discípulos; más que una discípula, era una
apóstol a los apóstoles” (Bible Mysteries, “The Real Mary Magdalene” [Misterios
bíblicos: La verdadera María Magdalena]). Hablando sobre este supuesto cometido
de María Magdalena, el periodista Juan Arias escribió lo siguiente en el diario
brasileño O Estado de S. Paulo: “Todo nos lleva a creer que, en sus inicios, el
cristianismo fundado por Jesús era un movimiento profundamente ‘femenino’, pues
las primeras iglesias eran las casas de las mujeres, donde oficiaban de
sacerdotisas y obispas”.
Como vemos, numerosas personas dan mucha más credibilidad a las obras apócrifas
que a la propia Biblia. Pero eso hace surgir algunas cuestiones: ¿debe basarse
la fe cristiana en estos escritos apócrifos? Cuando contradicen la Biblia, ¿a
cuál debemos creer? Por otro lado, ¿es cierta la teoría de que, en el siglo IV,
la Iglesia trató de ocultar dichos escritos y alteró lo que la Biblia narra
sobre Jesús, María Magdalena y otros personajes? Para obtener respuestas,
analicemos uno de los Evangelios canónicos: el Evangelio de Juan. ¿Existen
pruebas de que fue alterado?
El Evangelio de Juan bajo examen
A comienzos del siglo XX se halló en Egipto un manuscrito del Evangelio de Juan.
Este fragmento, que se conserva en la Biblioteca John Rylands, en Manchester
(Inglaterra), se conoce como Papiro Rylands 457 (P52) y contiene lo que en las
Biblias actuales corresponde a Juan 18:31-33, 37,
38.
Juan 18:31-33,
Así que Pilato les dijo: “Tómenlo
ustedes mismos y júzguenlo según su ley”. Los judíos le dijeron: “A nosotros no
nos es lícito matar a nadie”. 32 Esto, para que se cumpliera la palabra de Jesús
que él había dicho para significar qué clase de muerte estaba destinado a morir.
33 De modo que Pilato entró otra vez en el palacio del gobernador y llamó a
Jesús y le dijo: “¿Eres tú el rey de los judíos?”.
37, 38.- Por lo tanto le dijo Pilato: “Bueno, pues, ¿eres tú rey?”. Jesús contestó: “Tú mismo dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio acerca de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad+ escucha mi voz”. 38 Le dijo Pilato: “¿Qué es la verdad?”.
Se trata de un documento muy valioso, pues es el
manuscrito más antiguo de las Escrituras Griegas Cristianas del que se tiene
constancia. Se cree que fue escrito en torno al año 125 de nuestra era, unos
veinticinco años después de la muerte del propio Juan. Pero lo más destacable es
que concuerda casi exactamente con otros manuscritos posteriores. Además, el
hecho de que para entonces ya hubiera llegado a Egipto una copia del Evangelio
de Juan apoya la idea de que este apóstol realmente escribió dicho libro —tal y
como indican las Escrituras— y que lo hizo en el siglo primero. Todo lo anterior
demuestra que el Evangelio de Juan fue redactado por un testigo ocular.
En contraste, los escritos apócrifos datan del siglo II en adelante, es decir,
por lo menos cien años después de ocurrir los sucesos que narran. Algunos
eruditos afirman que dichas obras se basan en tradiciones o en documentos
anteriores, pero en realidad no existen pruebas que lo confirmen. Por lo tanto,
la cuestión es: ¿qué testimonio merece más confianza: el de un testigo ocular o
el de alguien que vivió un siglo después? La respuesta es evidente. *
El Papiro Rylands 457 (P52), que es un fragmento del Evangelio de Juan que data
del siglo II, se escribió solo unas décadas después del original
¿Y qué hay de la afirmación de que los Evangelios bíblicos fueron alterados para
ocultar ciertos relatos de la vida de Jesús? En el caso del Evangelio de Juan,
¿hay alguna prueba de que haya sufrido algún cambio durante el siglo IV? Para
averiguar la respuesta, hay que tener presente que una de las principales
fuentes en que se basan las Biblias modernas es un manuscrito del siglo IV
conocido como Vaticano 1209. Si en dicho siglo se hizo algún cambio, tendría que
reflejarse en este documento. ¿Contamos con algún manuscrito más antiguo con el
cual compararlo? Afortunadamente, disponemos de uno. Se trata del Bodmer XIV, XV
(P75), que data de los años 175 al 225 y contiene la mayor parte de los
Evangelios de Lucas y Juan. Al analizar ambos documentos, los eruditos no han
hallado diferencias importantes. Dicho en otras palabras, el Manuscrito Vaticano
1209 demuestra que en el siglo IV no se hicieron cambios significativos en los
relatos evangélicos.
En realidad, no existen pruebas de que ninguno de los Evangelios haya sido
modificado en el siglo IV. Tras examinar una colección de fragmentos hallados en
Oxyrhynchos (Egipto), el investigador Peter M. Head, de la Universidad de
Cambridge, escribió: “En líneas generales, estos manuscritos confirman el texto
de los grandes unciales [documentos escritos con letras mayúsculas que datan del
siglo IV en adelante], los cuales conforman la base de las ediciones críticas
modernas. Al analizarlos, no encontramos nada que cambie radicalmente nuestra
opinión sobre la forma en que se transmitió el texto del NT [Nuevo Testamento]”.
Conclusiones
A mediados del siglo II, los cuatro Evangelios ya gozaban de plena aceptación en
el mundo cristiano. Así lo demuestra una célebre obra realizada por Taciano
entre los años 160 y 175, que se conoce como el Diatessaron (término griego que
significa “a través de [los] cuatro”). Dicha obra, que combinaba los relatos de
los cuatro Evangelios canónicos, no utilizó como fuente ninguno de los
“evangelios” gnósticos (véase el recuadro “En defensa de
los Evangelios”). A finales del mismo siglo, el teólogo Ireneo afirmó que
debía de haber cuatro Evangelios, pues eran “cuatro las regiones del mundo” y
“cuatro los vientos principales”. Claro está, su comparación es discutible, pero
demuestra que ya en aquel tiempo existían únicamente cuatro Evangelios
canónicos.
¿Qué indican todos estos hechos? Que las Escrituras Griegas Cristianas
—incluidos los cuatro Evangelios— no han cambiado esencialmente desde el siglo
II. La realidad es que no existen pruebas de que en el siglo IV se tramara una
conspiración para cambiar u ocultar parte alguna de las Escrituras divinamente
inspiradas. De hecho, el biblista Bruce Metzger escribió: “A finales del siglo
II, [...] las diversas congregaciones de fieles —repartidas no solo por toda el
área mediterránea, sino por la extensa zona entre las islas británicas y
Mesopotamia— habían alcanzado un alto grado de acuerdo respecto a qué libros
componían el Nuevo Testamento”.
Tras analizar todo lo anterior, vemos lo oportuna que es la recomendación de dos
grandes defensores de la Palabra de Dios, los apóstoles Pablo y Pedro. Ellos
advirtieron a los cristianos de su tiempo que solo debían creer en aquello que
ya se les había enseñado. En una ocasión, Pablo le escribió a Timoteo:
“Guarda lo que ha sido depositado a tu cuidado,
apartándote de las vanas palabrerías que violan lo que es santo, y de las
contradicciones del falsamente llamado ‘conocimiento’. Por ostentar tal
conocimiento algunos se han desviado de la fe”. Y Pedro afirmó:
“No fue siguiendo cuentos falsos artificiosamente
tramados como les hicimos conocer el poder y la presencia de nuestro Señor
Jesucristo, sino por haber llegado a ser testigos oculares de su magnificencia”
(1 Timoteo 6:20, 21; 2 Pedro 1:16).
Hace siglos, el profeta Isaías dijo por inspiración divina:
“La hierba verde se ha secado, la flor se ha
marchitado; pero en cuanto a la palabra de nuestro Dios, durará hasta tiempo
indefinido” (Isaías 40:8). Así pues,
podemos estar seguros de que el Dios que inspiró las Santas Escrituras se ha
encargado de protegerlas a lo largo del tiempo. Solo así se cumplirá su deseo de
que “hombres de toda clase se salven y lleguen a un
conocimiento exacto de la verdad” (1 Timoteo
2:4).
En defensa de
los Evangelios
En los albores del cristianismo, algunos críticos pusieron en duda la
credibilidad de los Evangelios, alegando que se contradecían entre sí. El
escritor sirio Taciano, quien vivió aproximadamente entre los años 110 y 180,
salió en defensa de los escritos bíblicos. Él creía que si los cuatro Evangelios
se armonizaban y se fundían en un solo relato, se desvanecería cualquier
supuesta contradicción.
Así pues, comenzó a elaborar un libro que lograra ese objetivo. No se sabe si
originalmente lo escribió en griego o en siríaco, pero sí que lo finalizó en
torno al año 170. Esta obra se conoce como el Diatessaron, término griego que
significa “a través de [los] cuatro”. Aunque no fue escrita por inspiración
divina, tiene mucho interés para nosotros, como veremos a continuación.
En el siglo XIX se extendió la idea de que los Evangelios se escribieron a
partir de mediados del siglo II y que, por tanto, no tenían ningún valor
histórico. Sin embargo, los manuscritos del Diatessaron que se han hallado desde
entonces han demostrado más allá de toda duda que, para mediados del siglo II,
los cuatro Evangelios canónicos ya eran muy conocidos y los únicos que gozaban
de plena aceptación.
Hablando acerca del descubrimiento del Diatessaron y de diversos comentarios
sobre esta obra en árabe, armenio, griego y latín, el biblista sir Frederic
Kenyon escribió: “Estos hallazgos han despejado cualquier duda sobre el
Diatessaron y han demostrado que, para el año 170, los cuatro Evangelios
canónicos tenían supremacía absoluta sobre todas las demás narraciones de la
vida de nuestro Salvador”.
Así pues podemos tener la completa confianza de que la santa Biblia en realidad
es la palabra de Dios y que nosotros los seres humanos lo mejor que podemos
hacer es leer lo que Nuestro amoroso Padre Jehová, nuestro creador ha querido
transmitirnos en ella. Si así lo hacemos podemos canjearnos su amistad y así
obtener la vida eterna.
Juan 17: 3;
Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el
único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo.
Siempre estas a tiempo de coger el camino que verdaderamente te pertenece, eso
espero y eso espera Dios, quien amorosamente nos dejó una guía verdaderamente
fidedigna para que nos beneficiemos a nosotros mismos, disfrutemos a plenitud de
la vida, y obtengamos la salvación.
Que la Gracia y la Paz de nuestro Dios el padre y de nuestro Seños Jesucristo
este con todos vosotros.